Por:  Dino Segura Robayo

Coordinador General Corporación Escuela Pedagógica Experimental

El origen de la experiencia se remonta a hace 42 años cuando los fundadores de la Escuela Pedagógica Experimental[1] (en adelante EPE), preocupados por las deficiencias de la educación tradicional y convencidos de que no ofrecía ninguna opción aceptable decidimos crear una institución educativa con la ilusión de lograr con ella la superación de las quejas que manifestábamos. Nos motivaba el que nuestros hijos estaban tocando a las puertas de la escuela.

Claro, en esos momentos no teníamos definido lo que sería esta nueva escuela, su estructura, su organización o sus compromisos puntuales. Fue así como con un grupo inicial de 17 niños, que básicamente eran nuestros hijos comenzamos a inventarlo todo a partir de nuestras discusiones, estudios y experiencia. El grupo fue creciendo año a año y con él los niveles de escolaridad que ofrecíamos. A medida que pasaban los años aumentaba en número de niños y se incrementaban las preguntas, dudas e inconformidades. De otro lado, a medida que pasaba el tiempo se enriquecían nuestros referentes conceptuales tanto en lo disciplinario como en lo epistemológico y lo pedagógico. Entre los años 1980 y la actualidad hemos conocido novedades que nos llevan a mundos no soñados antes. Algunas de las novedades las mencionaremos en lo que sigue, además, es conveniente citar a los personajes que influyeron en nosotros, ello contribuirá a explicar los caminos que nos fuimos inventando a la luz de las novedades que conocíamos en un devenir pletórico de dificultades, retos y descubrimientos, como lo es una escuela en construcción en la que como ya lo habíamos dicho (1986): nada está resuelto. Los autores son estos (entre otros).

Antón Makarenko, Jean Piaget, Celestin Freinet, Francesco Tonucci, Norbert Wiener, Paolo Guidoni y Ludwich Von Bertanlanffi, Humberto Maturana y Francisco Varela, Benoit  Mandelbrot, Edgar Morin, Heinz Von Foester y Gregory Bateson, Margaterth Mead, Iván Ilich, Paul Watzlawick, Rafarel Porlán y Estanislao Zuleta, Maria Colorado, Alfredo Guiso y M. Max Neef.

En su mayoría no son educadores de profesión, pero son referentes en sus ciencias particulares. Notemos desde ya que la creación de la EPE no consistió en la concreción práctica de algo que ya estaba resuelto en la teoría. No se trataba de hacer realidad una idea, se trataba más bien, de resolver un gran problema: inventarse una escuela mejor que la que tradicionalmente nos ofrece la sociedad, partiendo de nuestra propia formación y del estudio permanente y procurando aprovechar la inteligencia y la creatividad de los niños que creíamos que estaba abandonada en la escuela de siempre. Si fuéramos más perspicaces podríamos argumentar que lo que se fue dando como escuela no fue otra cosa que la concreción de lo que se iba posibilitando en el qué hacer, por las exigencias de los niños. Así, lo que teníamos que hacer era hacer posibles las expectativas de los niños. Ellos nos guiaban con sus inquietudes y satisfacciones y si se habla de éxitos, debemos  justificarlos en la flexibilidad que nos permitió enriquecer esas inquietudes y proyectarlas.

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[1] Los fundadores fuimos Myriam Ortiz (licenciada de Matemáticas), Antonio González (licenciado en Física), Vicente García (ingeniero Industrial), Pablo Torres (Químico) y yo, Dino Segura (físico y licenciado en física), desde el principio y por más de 15 años nos acompañó Adela Molina (Licenciada en Biología) como primera maestra. Todos éramos profesores de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, en Bogotá (Colombia). Adela se acababa de graduar como maestra (licenciada) de Biología.

 

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