La escuela no puede estar al margen de nuestras necesidades, nuestra realidad, nuestras carencias, nuestros planes y nuestros sueños.Internacionalmente se ha dejado a Colombia al margen de la producción y el desarrollo mediante medidas económicas y políticas planetarias de ordenamiento científico y tecnológico discriminatorias. En estas se ha conjugado la incapacidad, ignorancia y mala fe de nuestros dirigentes con la avidez y codicia de aquellos con quienes firmamos los acuerdos.
A estas alturas no tenemos propuestas ciertas para aprovechar nuestras ventajas geográficas, por ejemplo, el Ecuador geográfico, los mares y selvas; climáticas que incluyen la existencia de los páramos, la abundancia de agua, la presencia del trópico y con ello, la diversidad en lo biológico, climático, étnico, etc.Colombia debería contar con múltiples institutos de investigación y con recursos suficientes para avanzar en propuestas de realización en estos campos. Esas propuestas no pueden restringirse a lo que se haga en la educación superior, sino que deberían ser motivo de conversación en las escuelas entre los niños, niñas y jóvenes que piensan su futuro en otras dimensiones y con otros horizontes. Si hay en nuestras escuelas algo que pueda denominarse exclusión, es el país mismo. Colombia no es motivo de estudio y comprensión en la escuela, por eso cuando se habla de educación inclusiva nosotros consideramos que el país debe entrar a la escuela. Actualmente son tan exigentes las exigencias por aprenderse las disciplinas que no hay tiempo para estudiar el país, de ahí se derivan tal vez las esperanzas de la Comisión de la verdad, esa verdad también debe llegar a nuestras aulas.
Es increíble que solo se considere conocimiento a la ciencia eurocéntrica dejando por fuera las múltiples aproximaciones derivadas de otras culturas. Son simples anécdotas tanto los remedios de la abuela como los efectos de las plantas de poder como el yahe y el ayo (coca), el yopo o la marihuana o el nahual… Y no volvemos sobre la soluciones ancestrales a nuestros grandes problemas de siempre como las inundaciones y enfermedades. Hay tanto por aprender y hay tantas cosas tan descuidadas. De la misma manera se requiere de múltiples proyectos de restauración de nuestros ecosistemas que han sido lacerados por las explotaciones legales e ilegales pero todas perjudiciales para nuestro entorno que es en sí mismo de gran valor para la humanidad.
Nuestras instituciones educativas deberían estar plenas de escritos, videos, conferencias, seminarios, talleres, etc., que muestren las posibilidades que existen para nuestro país y que son tarea ineludible para las nuevas generaciones. La escuela debe estar comprometida con la preparación de quienes nos van sacar del subdesarrollo, la miseria y el hambre. El país tiene con qué y nuestra gente ha demostrado que cuando las condiciones lo hacen posible, contamos con científicos y científicas de talla mundial. Al respecto es triste corroborar que esas verdades así sean como anécdotas no entran a la escuela. Cuando se pregunta a un niño e incluso a un maestro acerca de lo que hacen nuestros científicos, nos encontramos con que a lo sumo conocen dos o tres pero que los logros de los más de cien científicos y científicas reconocidos universalmente son absolutamente ignorados, ¡sabemos más de los futbolistas, que bien se lo merecen y por supuesto de los delincuentes. Para esto requerimos de la decisión de las academias y centros de investigación, de los maestros que deben poner los ojos en otra parte y de la sociedad que de verdad debe convencerse de que Colombia puede lograr un mucho mejor vivir si utiliza racionalmente sus ventajas geográficas, recupera los saberes propios y cuenta con la creatividad de sus gentes. Podemos ser un país de creadores e inventores si dejamos de estar limitados por las perspectivas de la corrupción y el crimen y cobijados por la idea de suficiencia que inspira esa falacia que nos lleva a que ya lo sabemos todo y no hay nada nuevo qué aprender.