Por Dino Segura
Co Fundador Escuela Pedagógica Experimental
Es la hora de una discusión universal acerca de lo que está sucediendo en el mundo, pues ningún país puede hoy soñar con tener plena autonomía para tomar decisiones ni en lo político, ni en lo económico, ni el lo intelectual ni en nada. Entonces lo que nos sucede a nosotros no es independiente de lo que está sucediendo o lo que sucedió en otras partes. Y a mi entender nadie está en la capacidad de lavarse las manos mirando sobre el hombro lo que sucede en otras partes así sean esos países los abandonados de siempre.
Hoy por ejemplo existe una tensión permanente entre ciertos países por asuntos de migración. Y puede parecer demasiado simplificador, pero sí da una idea recordar, por ejemplo, que los europeos al querer cerrar sus fronteras ante la llegada de los africanos se olvidan que el confort europeo se ha nutrido del saqueo y pillaje que hicieron precisamente en África, pero del que no escapamos nosotros.
De una manera parecida vale la pena mirar el problema de drogas como la cocaína. Es una obviedad que en donde más se consume la droga es en los países desarrollados económicamente con los Estados Unidos y Europa. Entonces ellos, sea como sea, son quienes la disfrutan y quienes hacen el gran negocio del menudeo en calles y sitios de distribución mientras nosotros somos los delincuentes y como consecuencia de la ilegalidad somos quienes ponemos los crímenes, envilecemos nuestra economía con los lavaderos inevitables y tenemos que soportar gobiernos financiados por los narcos.
Ahí no para la cosa. Veamos.
Desde hace unos 30 años se instauró en nuestro hemisferio y luego en casi todo el mundo la globalización de la economía. El asunto es considerar a todos los países como un gran mercado en el que todos tienen la posibilidad de hacer ofertas y de vender. Como consecuencia, quienes poseen en ese momento ventajas para ofrecer lo mismo a menores precios, se quedan con el mercado. Los que no tienen o quienes no cuentan con un desarrollo competitivo, pues cada día serán menos competitivos, cada día dependerán más y cada día serán más pobres.
Y ahí estamos. La diferencia entre países pobres y países ricos se agiganta cada día más. No se trata de que algunos sean más inteligentes que los otros, o de que haya países con recursos y países sin recursos. No, se trata de un “orden internacional” inventado y controlado por los dueños de los mercados y de la industria y de la producción. El asunto ha llegado a tal punto que cuando un país quiere apartarse de ese orden, todos los países que viven de ese orden económico se ponen de acuerdo para obligarlo a volver al orden establecido. Y para ello utilizan los bloqueos de diferente tipo, hasta las intervenciones militares que suelen hacerse con la complacencia y apoyo de personas del país en cuestión quienes por la razón que sea, viven bien o satisfactoriamente en el país y con el país colonizado.
Entonces todas estas cosas dan miedo pues de verdad, nuestra creciente pobreza en Colombia no solo depende de tener una clase gobernante delincuencial e inepta, sino de que esa clase está apoyada por “el orden económico internacional”. Si quisiéramos recuperar la industria y el valor de la educación tendríamos que cuestionar los tratados de libre comercio y en ese momento nos encontraríamos enfrentados a esos países que viven de la desigualdad y la injusticia y nos convertiríamos en un país muy incómodo.
Claro que si logramos un gobierno inteligente y un tanto independiente de esos dictados internacionales podremos hacer algo, pero nuestra pobreza globalmente depende de ese orden internacional que debería sensatamente considerar cómo resarcir las canalladas del pasado que han empobrecido a más medio mundo, cómo asumir las consecuencias de sus políticas frente a sustancias como las drogas y cómo buscar alternativas para que el planeta pueda vivir en paz y seguridad sin necesidad de asegurarse a una cadena ignominias y tener que hacer muros cada vez más altos para detener a quienes han sido las víctimas de sus atrocidades y simplemente quieren vivir.
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